Si algún día me
preguntaras que
era aquello que
de ti más amaba,
te contestaría con
ahínco que tu alma.
Así límpida y
clara como el mar en calma,
así tímida y
fugitiva, observadora tras
una cortina de
humo, oscura, una estancia en penumbra.
Astuta, pero
ingenua de creerse oculta.
Pensante de poder
refugiarse en la distancia
detrás de una luz
fría de vidrio polarizado,
pero a través de
sus mensajes,
como llamas
incandescentes,
me alumbra y me
da calor.
Así nace el amor.
Ella es inabarcable
como el cosmos,
sutil como la
estela de un astro fugaz,
queda como el
deseo que en pos permanece.
La discreción no
es propia de lo inmenso
ni un velo para quien
admira su cielo en silencio
desde la ventana que su luna del
todo no cerró.