Héctor se levanta
Y desayuna un café.
Un run run de
hambre
Y enojo lo
invaden
Sin saber bien
por qué.
Engulle tostadas
de prisa,
No sea que
pierdan su sentido
De ser. Luego se
viste, y
luego… se va a
trabajar.
“Ojalá fuera
mujer y usara
Maquillaje. No
puedo esconder
Este jeto”,
reflexiona mirándose
En el espejo del
lavabo.
Estudió en una
buena universidad
Y ahora tiene un
puesto ejemplar
En una compañía
de seguros.
Su padre se
enorgullece de él
Y su madre llora
de alegría.
Se sienta en el
flamante despacho,
Revisa unas cuantas
facturas.
Bosteza, vuelve a
bostezar,
El aire se le
mezcla
Con su
indiferencia.
Horarios,
reuniones,
Ha conseguido ser
alguien
Importante, pero
cuando lo
Nombran se siente
un mero
Eco de su padre.
A su mujer la
conoció
En una fiesta
fina de trajes
Y copas y tenues
risas escondidas.
La ve, respira,
Pero no se le
entrecorta el aire
Cuando la mira.
Aun así, le pidió
matrimonio
Con un anillo de
quilates
Y ella satisfecha
dijo si
Entre exclamaciones.
Él
Se tranquilizó
por cumplir
El sueño de su
madre.
Y, así,
El día va
volviéndose más gris,
Y las mañanas más
insoportables.
Él no sabe qué
hace aquí
Ni qué es lo que
buscaba,
Sólo que no ha
fallado en su acometida
Y que ganó su
gran ansiada aprobación,
Pero, a cambio
del honor,
el cobarde
sacrificio
hizo huérfana a su
propia vida.