¿Sabes? Para mí, ser fuerte no es insultarte, maltratarte u ofenderte para
que mengues y te pueda pisotear. Es dirigirme a tu persona vigilando que cada
palabra no te hiera, poner atención a aquello que te voy a decir y, aunque sea
desagradable, que te roce ligero como el aire.
Ser fuerte es perdonar, aunque los puntos de la herida que te has cosido
todavía segreguen toxinas. Ser fuerte implica que, aunque hayas sido la única
persona a la que haya amado de verdad, tenga la convicción que dejarte libre
nos hará mejores. Tenerte a un click de hablarte y no hacerlo. Soportar un vacío
y mantenerlo intacto, sin tratarlo de llenar con amores de un solo uso. Alinearse
con el espíritu y decir basta con él. Basta de sufrir.
Ser fuerte es estar enfermo de recuerdos y sin embargo resistir con
paciencia, contribuir con delicadeza a que nuestros lazos adquieran otro
significado más sabio. Y paz, por favor, que una muesca de la paz perdida
vuelva con las olas del mar.
Ser fuerte tampoco es echarte la culpa, sino asumir responsabilidad. Fui yo
también la que decidió quedarse. Mi corazón explosionaba de amor, pero se le
hicieron agujeros con las balas.
Ser fuerte es continuar cargando tus recuerdos con las palmas de las manos abiertas y ser capaz de dejarlos caer sin parar ni mirar atrás para recogerlos.