La belleza es cosa viva.
Hace una quincena me pinté
las uñas de colores fuertes
y ahora, por el devenir
de los días, están roídas.
En Japón, una muchacha
en su agonía de parecer perfecta
cubría su rostro con maquillaje,
empolvada con autoestima.
Sin él no era nada
sólo una cara sin chispa.
Te crees que no me cuesta
parecerme a una muñeca.
Tan bonita, tan fina,
sin vello donde no debiera
y el cabello bien colocado,
que parezca de serie
pero en los detalles genuina.
La mujercita nipona
perdió su frescura. De tanto
esconder, se le pudrió la hermosura
de su piel antes que la edad
irrumpiera con ímpetu y sus
fuerzas dejaran huella.
Queremos ser preciosas,
atrapar la belleza
y encerrarla en nuestros
cuerpos que, como bloques
de piedra, esculpimos con
paciencia para parecer estatuas
de proporciones griegas,
pero incluso la más
sublime efigie se erosiona
con el roce del aire y la arena.
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ResponEliminaSi es verdad, a veces nos obcecamos demasiado persiguiendo imposibles. La belleza estática se pudre y desaparece. Si nos aferramos a ella como un clavo es cuando sufrimos. Cuando percibimos la que está viva y nos alineamos con ella sabremos apreciarla de verdad.
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