El pecador ve
maldad en todas partes
Porque el mal
habita hondo en su corazón.
No conoce otra
cosa ni otro menester
Que el de
culpabilizar para aligerar
La carga de sus
fantasmas.
El pecador cuando
ve luz se ciega.
Su mirada puede
llegar a iluminarse
Y sus lágrimas
asomarse con facilidad.
Es un nuevo
estímulo al que no están
Acostumbrados. Se
fascinan con ella,
Quieren poseerla,
pero no tal y como es,
Libre y diáfana,
expansiva e indomable
Como el agua,
pero más sutil.
No puedes
tocarla.
El pecador
asegura que la adora, pero
ambiciona
convertirla en su esclava
y someterla a su
medida: una chispa
radiante entre su
desconsuelo, un rayo
de bondad
delicado para alumbrar
La penumbra de
sus catacumbas.
La luminosidad
justa para ocultar toda
La verdad de sus
vidas
y no tomar responsabilidades.
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